En la primera consigue la atención de los viandantes proponiendo un cambio de escala, construyendo a un mini-violinista.
En la segunda se propone colocar dos carteles que dirijan a la gente hacía el artista, siendo esto algo que amplía el radio de influencia del violinista ya que el público pasaría a no estar limitado a las personas que pasan a su lado, sino también a aquellos que lean el cartel y decidan ir a verlo.
Ambas transformaciones tienen una función clara y consiguen su objetivo.
Al contrario que el gobierno, Ignacio pretende fomentar el arte callejero y, de alguna forma, ayudar al artista.
Aquí se puede ver como la mayoría de la gente ni percibe la música que está experimentando, al no estar atento al artista por el hecho de estar en la calle y no en un escenario.
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